viernes, enero 23, 2009

De Princesas y Principes...


Una historia repetida. Esta ya me la sé. La he visto otras veces. Me sé el final, pero cada vez que la veo, confío en que algo haya cambiado, y realmente siempre cambia algo. El guión es el mismo, pero ves cosas que antes no había. Creo, que los personajes cada vez se quieren más, pero cada vez se lo demuestran menos. Como si ellos hiciesen una película nueva cada vez que yo la vuelvo a ver. Me gusta la peli, y me gustaría que al final, después del próximo "The end", los protagonistas fuesen felices y comiesen perdices...
Deja vu´s que vuelven siempre, película repetida. 2 horas de sufrimiento, pero final feliz. ¿Final feliz? Eso me suena... Pero, ¿pasa sólo en las películas? ¿O podré ser el padre de tus hijos? ¿Podre hacerte el amor todos los días? ¿O eso sólo pasa en las películas?
En fin, mientras el director se decide por que final elegir, los espectadores nos limitaremos a comer palomitas, sin hablar, ni hacer ruido. Y cuando la peli acabe, no aplaudiremos, por mucho que nos haya gustado (odio aplaudir en el cine), pero si que lo celebraremos por todo lo alto.
Quizá cuando acabe, si el final es feliz, puedas pasar a buscarme a la puerta del cine, y llevame a palacio, a mi palacio, a nuestro palacio, para ponernos comodos, cenar a la luz de las velas aromaticas del Ikea, y tumbarnos abrazados, tapados con una manta, y besándonos como si fuese nuestro primer día, como si fuesemos niños de guardería, como si fueses una Princesita de película, y yo tu Príncipe...
Llámame infeliz, pero mi esperanza me dice que la historia de la Princesita y el Prçincipe, todavía puede acabar bien...
¿Qué me dice Princesa...?

Javier Velilla

viernes, enero 09, 2009

Final feliz






"No siento dolor, tampoco rabia, ni odio, ni resentimiento. Es curioso porque esos tres sentimientos me han acompañado desde que era un niño. Engendrados por las palizas de mi padre, y la indiferencia de mi madre. Borré de mi interior cualquier rastro de humanidad, y me convertí en una fiera. Perseguí con ansia el poder, y recorrí de su mano un camino de muerte y sufrimiento. Los hombres me temían, las mujeres, se metían entre las sábanas de mi cama. Poder, riqueza, fama. Conseguí todo lo que había deseado, y sin embargo, me sentía muerto. Sí, estaba muerto. Y para darme cuenta bastó sólo una mirada. Una mirada que giró mi vida 180º. Ella me miró de una forma diferente. Vio que dentro de la fiera todavía existía un poquito de humanidad. Y ella me trajo de nuevo a la vida. Me dio el cariño que siempre había necesitado. Fue mi razón para sobrevivir, para dejarlo todo atrás, y querer empezar de nuevo. Me arrepiento de muchas cosas, pero no cambiaría por nada del mundo un último amanecer al lado de ella. Si este es el precio que debo de pagar por haber amado, no hay nada en toda mi vida que me haya salido más barato. No siento dolor, sólo quiero quedarme así, para siempre, en los brazos de Catalina."

Final trágico, final feliz. ¿Hay alguna manera más bonita de abandonar este mundo, que en los brazos de la persona a la que amas?

Porque sin duda mi muerte quiero que sea así. En los brazos de la mujer de mi vida, con la que peleé y luché lo indecible para poder estar juntos. Con la que superé todas las barreras que se nos interpusieron para poder besarla, aunque fuese a escondidas. Con la dueña de mis lágrimas, y de mis sonrisas. Con ella, que me juró amor eterno. Con quien prometí ser el padre de sus hijos. Con quien prometió ser la madre de los míos. Con esa persona que, como al Duque, giró mi vida 180º. Con quien la muerte, sería un precio barato que pagar por haberla amado.

Javier Velilla

miércoles, enero 07, 2009

Más cerca que nunca


Todo comenzó en la barra de aquel bar... Bonita canción que solo quiso quedarse un rato. Desde el día en que todo comenzó en esa cálida barra de bar, mi mirada ha sido sólo tuya. No se que tienes, no lo sé.
Siempre desde entonces moviste mis ojos a tu antojo con cada movimiento de caderas. Me hipnotizaste hasta el punto de montarme mi propia película, de creerme cosas que sólo mi mente veía. Películas que me llevaron por partida doble a casa de la vergüenza. Queriendo y sin querer, pero sólo por quererte.
Me hipnotizaste y me creí, esta vez con tu ayuda, que estaba más cerca que nunca. Me lo creí, una vez más, soy un infeliz. Pensé que las dos orillas del río estaban a puntito de juntarse con ese bonito puente, cuando se pararon las obras. El jefe, tu jefe, ordenó abandonarlas, porque no le gustaban. No transcurría la obra como el quería, no había diseñado él ese plano nocturno. No le gustaba como quedaba el puente que me llevaba hasta la orilla florecida. No sólo mando parar las obras, sino que las echó atrás y pretendió construir un puente similar al que ya hubo antes. Un puente nuevo, sí, pero similar al anterior.
Ahí cayó mi gozo en un pozo, porque veía mi orilla más cerca que nunca, porque te veía más cerca que nunca. Te diré que casi estaba estirando la mano para regalarte una flor de tu orilla, pero no me dejo el jefe, tu jefe.
Debo decir que me gustaba más hacer puentes por libre, hacerlos yo mismo, sin jefe, sin nadie. Pero el jefe es el jefe, y tu jefe es tu jefe. Y a ti te gusta este jefe, ¿o no?. Bueno, por si acaso no tiraré mi puente, por si algún día quieres que lo acabemos y lo celebremos, flor en mano, en la barra de aquel bar, donde todo comenzó.

Javier Velilla