domingo, abril 29, 2007

Todo empieza y todo acaba


Todo empieza y todo acaba. Es algo simple pero a la vez algo complejo. Sabes que es y debe ser así, pero no lo entiendes. Comprendes que todo tiene un principio y un fin, pero no quieres aceptarlo.
A veces, el fin llega en mal momento. A veces llega antes de lo esperado. A veces te lo esperas antes de que llegue. Pero aun así, el fin es duro, es violento.
Hay quien dice que la vida está llena de pasillos, unos más largos, otros mas cortos, pero que una vez acabado el pasillo debes cerrar la puerta y no volver atrás. Hay quien prefiere volver y recuperar un pasillo que le hizo feliz. Y otros sólo desean levantar la cabeza y olvidar ese pasillo con un sonoro portazo.
Hay pasillos con suelo de felicidad, y otros tienen complicadas piedras que sortear. Hay algunos que te obligan a esbozar una sonrisa, y otros que derraman al instante lágrimas sin cesar.
Cada pasillo es distinto, cada uno tiene sus características, su aroma, su pintura...pero todos tienen en común dos cosas: principio y fin.
Cada puerta que abrimos es un deseo cargado de ilusión, pero en algunos pasillos la ilusión se desvanece antes de lo previsto. En otros, la ilusión se mantiene intacta y sale en las mismas cantidades que entró, o incluso más. Hay veces que es alguien el que te cierra la puerta, con el consiguiente golpe, pero ahí no hay nada que hacer. Lo más recomendable es abrir la puerta de nuevo y huir pronto de ese pasillo.
Aunque no es tan fácil huir de los pasillos. Cada uno de ellos será un recuerdo en nuestra memoria. A unos los recordaremos como unos pasillos bonitos y lujosos, a otros como unos pasillos llenos de misterio y cargados de emoción, otros serán los pasillos de la pasión y del amor. Todos ellos nos recargarán el depósito de felicidad cada vez que pensemos en ellos. Porque aunque cerremos las puertas el recuerdo no lo podremos cerrar nunca. Y el recuerdo es lo que mantiene viva nuestra vida. Y así, mientras nosotros recordemos cada uno de los pasillos, podremos seguir siendo felices.

Javier Velilla

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